Entre los grandes iniciados mayas,
al dios de la lluvia se le denomina: Chaac. Es muy frecuente encontrarlo en
muchos de sus templos, representado en forma magistral, entregándonos una
enseñanza que, si ponemos la debida atención, veneración y admiración, podría depositarse
en la conciencia. En la zona arqueológica de Chichén Itzá lo encontramos con la
apariencia de un anciano venerable para indicar la Sabiduría del Ser; una gran
nariz a semejanza de trompa, enseñándonos el poder de la respiración del
aliento de vida (prana), importantísimo para la transformación de las energías
creadoras.
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